artista
Carmen pintora.
Conozco a Carmen desde hace mucho tiempo. Siempre el punto común de encuentro ha sido la pintura, no desde un punto de vista relativo, sino desde la responsabilidad que da el buscar siempre en sus misterios la llama que la convierte en arte con mayúsculas. Carmen se para y se absorbe a si misma en el universo que se abre en cada tela en blanco. La tensión del alma llega hasta los pinceles que construyen poco a poco, en su propio silencio interno, toda la sinfonía que el color transporta en cada impulso, lento, pausado, pensado, criticado. Cada punto de luz es un dilema que resuelve desde todos los ángulos, cada mirada en sus figuras es un incógnita que permanece tras el personaje, y que se difunde en su ropaje haciendo juego con el ambiente; cada paisaje es un homenaje al impresionismo con esos relativos anaranjados y verdes, que nos transportan al mundo heroico de la pintura rompedora del clasicismo. Es una constante que trasmite tranquilidad y sosiego en cada obra, pero al tiempo puro nervio y capacidad de decisión en la ejecutoria. La muestra que hoy contemplamos es el reflejo de un carácter y un temperamento sometido a un valor permanente: el arte, como reflejo de un impulso vital.